Tener ideas (aunque no se ejecuten, porque a partir de ese preciso momento dejarían de ser simplemente ideas para convertirse en actos y entonces allá cada uno con las consecuencias de la ley causa-efecto) no es algo malo, al contrario, si alguien carece de ideas (de cualquier tipo) debería empezar a preocuparse y a plantearse que tiene un serio problema en la vida. Aunque parezca mentira, existe cierta clase de gente sin iniciativa y sin criterios específicos que simplemente se limita a copiar o a imitar las genialidades de otros, es decir, seres casi a la altura de un parásito que absorben las ideas de los demás, cumpliendo su función primordial de esponja porque no poseen una personalidad propia ni definida.
Pero el problema en cuestión, para la gente con ideas, viene cuando esas ideas se multiplican, se amontonan y ya no se sabe qué hacer con ellas; si se intenta obviarlas y apartarlas de la mente producen un comezón insoportable en la cabeza hasta que se logra disiparlas, y entonces se regresa al problema del principio: que no se tienen ideas; pero si alguien se atreve a emplearlas y a transmitirlas también tiene un problema.
Con frecuencia me pregunto por qué esta energía superior que domina el universo (llamémoslo Dios, Cosmos, Mana o como se nos antoje denominarlo) no me habrá infectado el cerebro de matemáticas, por ejemplo. Todo me resultaría menos complicado si las matemáticas me atrajesen de la misma forma que me fascinan las letras y las artes, porque π siempre va a ser 3,14159265.... La suma de 2+2 siempre dará como resultado 4, los números primos siempre van a ser números naturales que tienen exactamente dos divisores también naturales: él mismo y el 1. Algo así de racional, objetivo, cuantitativo y congruente nadie lo discute, es pura ciencia, en cambio, la música, el arte en todas sus vertientes o la literatura son actividades subjetivas y variables, productos realizados con una finalidad estética o comunicativa, a través de los cuales se expresan ideas, emociones o una visión del mundo, mediante diversos recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.
La gran mayoría cree que el artista nace, no se hace. Yo no estoy del todo de acuerdo con esta teoría; no sé si existe algo implícito e innato en un sujeto o algún tipo de predisposición cognitiva desde una edad temprana, pero lo que está claro es que a lo largo de la vida, las aptitudes creativas, habilidades e inteligencia se pueden mejorar e incrementar mediante la práctica, la experiencia y la adquisición de conocimientos.
La gran mayoría cree que el artista nace, no se hace. Yo no estoy del todo de acuerdo con esta teoría; no sé si existe algo implícito e innato en un sujeto o algún tipo de predisposición cognitiva desde una edad temprana, pero lo que está claro es que a lo largo de la vida, las aptitudes creativas, habilidades e inteligencia se pueden mejorar e incrementar mediante la práctica, la experiencia y la adquisición de conocimientos.
He tenido la oportunidad de escribir algunas cosas (sobre todo novelas) para mi uso y disfrute, pero sin llegar a publicar nada hasta el momento y no me considero escritora; no lo digo con una actitud modesta, sólo me considero aficionada a las letras y ni siquiera creo tener el derecho absoluto de criticarme a mí misma diciendo que lo que escribo está bien o mal porque no sería una opinión objetiva y aparte, en mi caso en concreto, siempre tiendo a machacarme, a auto-exigirme y a no conformarme con lo que hago.
Una vez me topé con alguien que me dijo: ¡Buah! ¡Escribir es fácil!
Bueno, si con eso se refería a copiar veinte veces en un papel "No volveré a hablar en clase" o a hacer un cuadernillo de caligrafía en 5º de E.G.B, pues debo admitir que tenía razón, no sólo es fácil, sino que es pan comido, únicamente se requiere no ser analfabeto.
Para mí, escribir bien no es sólo no cometer faltas de ortografía y procurar poseer un vocabulario extenso y enriquecido de sinónimos, que también es importante y se agradece; ni siquiera es tener una idea genial para una trama si luego no se es capaz de desarrollarla, lo importante es la infinidad de formas que existen para transmitir el mismo mensaje y tener la capacidad de desenvolverse con soltura y elegir el modo adecuado, el idóneo para hacer de ello algo sublime. Si nos paramos a reflexionar es comparable a la publicidad, el producto que intentan vendernos puede ser algo inservible y sin finalidad alguna, algo que no necesitamos y hasta puede que sea un timo que no cumpla con lo básico que han prometido, pero si el anuncio es bueno seguro que picamos en comprarlo.
Aunque tengo ideas (de esas que a veces no me dejan ni conciliar el sueño si no termino escribiéndolas o convirtiéndolas en un dibujo, según para lo que sean) admito mis limitaciones. No sé si soy buena o mala escribiendo y nunca lo sabré con exactitud dada la complejidad para unificar las diversas opiniones, añadiendo también los gustos de cada uno; pero escribo porque me gusta, tanto como leer o dibujar, y me siento feliz ante el ordenador expresando todo aquello que quiero manifestar, al igual que disfruto pintando.
Que nadie se engañe, sea innato o no, escribir es un arte que requiere esfuerzo y exige constancia además de un inacabable aprendizaje donde nunca se ve la perfección absoluta, y encima existe la desventaja de que hay quienes lo ven como una pérdida de tiempo si no se saca un rendimiento económico, como si por tasar un libro y convertirlo en una fuente de ingresos fuese a mejorar la obra. De nada sirve la inspiración de las musas si no se es perseverante o no se dispone de una habilidad muy desarrollada para comunicarse. La revisión del escrito es también algo muy importante, porque yo por lo general admito que escribo con más lentitud que pienso y por miedo a que se me olviden las cosas pues suprimo sin querer hasta palabras enteras en las frases; además es imprescindible tener a mano un par de diccionarios para hacer cualquier tipo de consulta y asegurarse de que la palabra que hemos elegido es correcta (ya sea un adjetivo, adverbio, sustantivo o forma verbal)
A veces, después de tanto esfuerzo en pulirme en mi faceta literaria me desespero y desanimo porque, total, lo que escribo voy a tener el privilegio de leerlo yo y a lo sumo dos personas más, aunque si me pongo en este plan ya es bastante duro que yo me lea a mí misma porque no tengo compasión conmigo y no me perdono ni un error por insignificante que sea.
A veces, después de tanto esfuerzo en pulirme en mi faceta literaria me desespero y desanimo porque, total, lo que escribo voy a tener el privilegio de leerlo yo y a lo sumo dos personas más, aunque si me pongo en este plan ya es bastante duro que yo me lea a mí misma porque no tengo compasión conmigo y no me perdono ni un error por insignificante que sea.
Como la gran mayoría, puedo suponer que lo que interesa realmente es el argumento, que de los fallos y demás se encargarán los correctores de las editoriales o quién sea el encargado; si el libro sólo va a leerlo quien lo escribió y sin intención de presentarlo a ningún concurso de literatura o comercializarlo pues quizá no merezca la pena escudriñar con minuciosidad cada página para sacarle toda clase de erratas, pero si el autor pretende publicarlo está muy equivocado al pensar que una revisión no importa, porque una obra mal presentada, con faltas ortográficas, gramáticas y hasta sintácticas es inmediatamente rechazada. No creo que las editoriales estén dispuestas a perder su tiempo y su dinero con alguien que se hace llamar así mismo escritor y que lo que de verdad debería hacer es repetir unos cuantos cursos en el colegio de nuevo.
Además de la satisfacción que ofrece el escribir un libro, también puede publicarse, es difícil, pero no imposible. Publicar un libro no es algo sencillo si no se ha alcanzado cierto renombre, fama y prestigio, a no ser que el propio autor asuma los gastos de edición y todo eso corra de su cuenta como en numerosos casos, pero para ello hay que disponer de una cantidad de dinero estimada y que vaya destinada a tal fin. Aunque de esto ya hablaré más adelante, cuando me informe detalladamente del proceso y los requisitos para una publicación; mientras tanto, me voy con mis letras a otra parte.